jueves, 30 de julio de 2009


Avui me trobat en un cas molt estrany. De petit gran somiador. D’escena màgica i a la vegada real. Tota certa dins un instant de pensament en la vida. La filosofia empleada en el respectiu cas es donava dins un atzucac molt fosc. Un de aquells on van a parar totes les preguntes. On no trobes cap resposta. Cap senyal.
He donat passos en fals. N’he donat de bons. Per descomptat, n’he donat d’incerts. Però cap m’ha allunyat o ho ha deixat de fer de la meva inevitable finalitat. Sortir-ne força pensatiu, però serè, d’allà. Perquè he estat dret i sense moure’m tota la infinita i profunda estona. No m’ha calgut somiar per voler recordar el fet ocorregut en uns moments poc passats. M’he quedat sol. Amb el cap cot. Amb els ulls mig aclucats. Amb la boca mig oberta. Com per dir alguna cosa, com per demanar ajuda. O preguntar potser. Ha bufat el vent de les preguntes. El vent de la impotència davant problemes. Han bufat les indesicions. Amb més força que mai. Amb ganes de colpejar. De confondre. Una darrera l’altre.
Interrogants i més interrogants.

martes, 28 de julio de 2009


Querida sinceridad. No eres bienvenida en todos los brazos. ¿No es así? Por mucho que duela, por mucho que hiera. Siempre serás hermana de la verdad. Enemiga de las mentiras. Compañera de los sentimientos. No todo el mundo acepta la verdad. Las palabras. Los pensamientos y deseos. Hay gente que pinta calles más largas. Nubes más grises. Otros que pintan calles más grises. Nubes más largas. Gente que lleva paraguas solamente para fardar. Gente que chulea de ropa. ¿De ropa? Pero si sólo visten odio, rencor, chulería y sentimientos fríos y inmaduros.
El cielo, nombrado la inmensidad cierta, sólo nos revela los deseos personales. El viento se lleva los deseos. Las nubes los tapan. La lluvia los moja para que no puedan ser gozados. Y yo, de corazón solitario y alma fría, espero para no ser vencido. Para que todo lo que quiero no se moje. No se vuele. No se pierda. No se borre.
Las palabras no pueden, ni cambiarán en ningún momento el tiempo. El tiempo, no cambiaria las palabras de por si. Y eso, debes asumirlo como el día a día.

lunes, 27 de julio de 2009


En el ayer más preciado. Te dejaste mi confianza junto a tu chaqueta gris. Quise desenmascarar las estrellas para ver que había dentro de ellas. Quise decir todas las palabras bonitas. La noche las borró. Quise compartir todos los momentos buenos con mi gente. En algunos instantes, faltaba gente. Quise enviar todos mis problemas a la mar, pero algunos de ellos, por desgracia, flotaban. Quise que el día acabara pronto. Justamente empezaba la mañana. Quise la noche. Me vino el día. Quise un beso. Me tuve que conformar con un par de miradas frías y sin sentido. Quise correr. No podía. Quise jugar. Lo tenía prohibido. Quise gritar y decirlo todo. Pero aún estaba sumergido en el agua. Quise escribir, y sólo podía leer. Lo quise todo, y obtuve nada.

viernes, 24 de julio de 2009


A veces el mundo se confunde. Palabras que tenían un objetivo, mueren en el afán de conquistar su meta. A veces las palabras no son suficiente. A veces no es suficiente el esfuerzo por querer y querer lucir. A veces es tanto que ni pensamos en lo de alrededor. A veces es tan poco que ni tan solo pensamos en lo que tenemos de verdad. A veces verdades quedan muertas entre las mentiras. A veces las mentiras vencen a puras verdades. A veces y solo a veces dudo sobre tu frialdad y rececho. Corazones traicionados. Heridos. Fríos. Solitarios. A veces existen cosas ilógicas, místicas. La curiosidad de la gloria no afecta, no destruye formas espectaculares de un mundo sin medir. A veces respirar hondo no es la solución. A veces la belleza no es ninguna mentira. Crees, sinceramente, que vale la pena dejar escapar la sinceridad ?

Yo, tan tranquilamente por calle fría y solitaria, andaba y observaba todo lo que me perseguía. Todo lo que me rodeaba y parecía conocer. Como si fuera un viento inhóspito, se me apareció una pequeña anciana. Con arrugas de experiencia en la cara, que daban continuación por todo el cuerpo. La pobre, tenía cepa de duros momentos vividos. Como si pudiera ver toda su vida sólo con verla a ella. Me quiso dirigir la palabra, pero el viento, suave pero gélido y malicioso, cortaba esas misteriosas palabras que salían, o mejor dicho, deberían salir, de esos labios cortados, cuya dueña, era esa pequeña y sabia anciana. Ahora si. Se dirigió a mí levantando su mirada extraña y de tristeza. Me ofreció una rosa que llevaba en la mano. Sin palabras aún. Le dije que no la quería, pero que gracias de todos modos. Me produce una sensación bastante grata cuando me ofrecen alguna cosa bella, que las palabras la describen de forma lenta y detallada. De repente. La anciana, se dirigió a mi, esta vez no con ninguna de sus miradas tristes, si no con palabras sabias y convincentes, muy convincentes. Me susurró en mi cara, como si de un secreto se tratara, que la rosa que me ofrecía tenía ciertos y misteriosos poderes. Depende de la forma con que cogiese la impredecible rosa, podría tener suerte, pedir deseos, tener la vida que todo el mundo sueña cuando esta tumbado en su cama, apunto de coger el tren del sueño. O de lo contrario, caer en un agujero de mala suerte, de tristeza, de llantos, de abrazos, abrazos claramente de luto, de gritos, de soledad… Mi vida llena de objetivos llenos de ilusión, de metas vivas, podrían girar su rumbo en un abrir y cerrar de ojos sólo con que me clavara una de esas pequeñas espinas de la flor bella, pero eran espinas afiladas, dolorosas. Llenas de rencor.
La vieja, me estaba ofreciendo un cambio brutal en mi vida. Pero, ¿podía confiar en ella? Era una simple anciana… Me levantó la curiosidad. Cogí la rosa decididamente, sin apuros, pero sin prisas. Con cuidado. La cogí con dos dedos. Esperé. Nada. Fue como si la calle se parara en seco para ver lo que me sucedía. Nada. Parecía un sueño. Y como en cualquier sueño, me froté los ojos con la otra mano. Mano que hasta hacía pocos instantes, yacía helada por el gélido viento que soplaba. Ahora no. Justamente, ahora, después de toda esa escena mágica, desprenda un cálido sudor. Me froté la mano con el pantalón. Me cambié la rosa de mano, ya que no me creía lo que me estaba sucediendo. Nada ni ninguna de esas espinas se me habían clavado en mi piel, ni siquiera me rozaron. La vieja seguía ahí. Me sonrió.
¿Porque a mí? ¿Cuestión del destino? Ahora podía tener mi vida llena de ilusiones, metas que de bien seguro, se cumplirían. Deseos que al parecer parecían imposibles, poco probables, inalcanzables, no serían problema para mí. Los podría tener en mi mano. Sentirlos. Vivirlos. Gozarlos.
Pero no. Mi vida no estaba tan mal del todo. ¿Que son de las ilusiones, si nunca antes te has caído en el mínimo intento de conseguir una meta? ¿Un objetivo? ¿Que me podría llegar a pasar si todo lo que quisiese, lo tuviera en mano siempre? El tener más y más sólo conduce al querer, desear más. Incluso si se tiene que pisar otros caminos, derrumbar otros objetivos de personas, que no tienen nada que ver con esto.
En un acto reflejo, le di la rosa a la anciana y le dije que a ella le haría más falta que a mí. Le dije que la disfrutara. Y me fui. Pensativo volvía a coger mi camino. A la mañana siguiente. A la misma hora. En el mismo sitio frío y remoto de mi ciudad. Con ese mismo tiempo invernal, gélido y a la vez navideño. No encontré a la anciana. La busqué disimuladamente con la mirada. Pero ni rastro de ella. En cambio, noté una cosa muy rara. Vi a otra mujer, en el mismo sitio en que la anciana me sorprendió al salir de la nada. Llevaba rosa en mano. Y su pequeña sonrisa me resultaba muy familiar. La rosa era la más grande que había visto jamás, bonita, bella, incluso su hermoso aroma llegaba a mí como si el viento lo acompañara de la mano. Era una mujer alta, con pelo largo, preciosa, dulce, simpática. Una mujer muy bella. Cuando pasé por su lado, oí un “gracias”.
Creo que no sólo nació una hermosa rosa. Creo que el alma de una sabia mujer, pudo cambiar, volver a nacer y gozar de todos sus deseos.
A veces los deseos están para ofrecerlos, no para ser consumidos.

La sencillez de los objetivos no mide su dificultad. Todo empieza por decir que hay que hacer. Que cambio se debe llevar a cabo para que el rumbo coja otra dirección. Pero como en todo, las palabras sólo son el principio. Todo lo otro no es trabajo fácil, como cuando uno goza de lo suyo, no. Para querer cambiarlo, sin pegas, sin problemas que puedan ocurrir, se debe luchar por el cambio. Quizás, la mejor respuesta se encuentre entre toda esa multitud que sin abrir la boca, te enfoca tu futuro. No son los principios de uno mismo los que dirigen, ni los de los otros. Porque si de una inmensidad lejana y amplia, todo fueran almas, el frío y el cambio arrasaría en ellas como el cambio lo hizo en mi.

jueves, 23 de julio de 2009


El niño cayó al suelo derrumbándose como una pluma que cae lentamente. El niño chillaba y chillaba. Pero la gente no lo oía, otra, no lo quería oír. No es un mundo aparte. Es el nuestro. Ese cálido. Frío. Inhóspito. Impredecible. Único. Alegre pero que hiere.
Los pensamientos no luchan por si solos, deben tener a ejecutadotes divulgando sus acciones como verdades, no como estafas callejeras. Seguía chillando. Junto a sus llantos, no había nada. Apenas algunas lágrimas que salían de esos ojos llorosos y tristes. El pobre niño al levantar la cabeza sólo veía gente y más gente que caminaba por su lado, sin inmutarse, sin dar señal de preocupación, ni siquiera un pequeño gesto de rareza. Nada.
Se sentía como si estuviera en otro mundo, dónde él no existiese. Dónde nadie se preocupaba por él. La gente seguía andando a lo suyo, con metas egoístas. El niño murió no de llantos, no de soledad, no de caer desplumado al suelo, no de tristeza. Murió por los pensamientos de la otra gente.