lunes, 19 de octubre de 2009


Uso incorrecto de simples hechos que llegan a joder cuando no los ves llegar como tú querías. Engaño tras engaño cuando la mirada no es cruzada. Remos de una barca que quedan colgados y aislados en una mar tan grande como las aspiraciones de uno mismo. Aun sin saber lo que quería, decidí llevarme por la obsesión. Obsesión cuya grandeza sería transformada y equilibrada junto a una pasión igual o de mayor tamaño. Miré con ojos de cristal. Y hablé y solté palabras que se rompían en trocitos de este mismo.
Hubo un trozo de papel antiguo, que guardaba sin ton ni son, dónde escribí, un día al azar, un deseo o con una frase, lo que quería hacer para alegrarme el tiempo y el espacio. Pero unos minutos después, y seguidamente de un pensamiento nato, observé que el trozo de aquel antiguo papel ardía. Estaba envuelto en llamas de la duda. Duda que rápidamente se traspasó a mi cabeza como el viento más rápido de todo el mundo. Como el hombre que corre más en menos. Más recorrido, en menos tiempo. Es verdad que mis aspiraciones son muchas, pero también es verdad que son muchas pocas las que llego a conseguir. Verdades natas que tras unos ojos claros protegidos por una alma aún más grande que la anterior sigue su recorrido a través de unas ideas, unas miradas y unos deseos que aumentan cuando pasa el día, la hora y el minuto. Simplemente es darse cuenta del deseo obsesivo y pasional dentro de uno mismo.

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