miércoles, 14 de octubre de 2009


Incluso despierto sigo aturdido. Las noches me vencen y siguen su curso mientras yo, con media sábana mal puesta, intento coger un pedazo de sueño. El cansancio del día a día me aturde el doble, fuertemente. El andar sin parar me hace tener más ganas de lograr de una vez la meta. Porque las piedras que van apareciendo en el camino no son las más grandes, tampoco las más molestas, ni siquiera se acercan a una temible roca afilada. Todo son temores, miedos e inquietudes que flotan y se aposentan en el azar y en la desesperación del tiempo. La pequeña mano que me obsequia con un poco de ayuda está a mi lado, pero es como si no estuviese. ¿Y por qué la ventana de mi habitación está siempre cerrada? La persiana perdura todo el tiempo callada y sin causar problemas. Será para que la fuerza que se escapa por la boca no se escape también de la habitación. Ni de la casa. Será para que pueda volver a usar la intensidad.
Son sencillamente reflexiones que hacen callar bocas, abrir ojos. Que alguien se pare a pensar en cómo se logran las cosas. En que por un momento se complemente lo difícil con lo fácil. Lo sencillo con lo complexo. Todas esas cosas que nos curramos para obtener una sonrisa, o una meta de la cual nos daríamos sangre y orgullo al caer rendidos por el esfuerzo de haber trabajado con decisión. Aburre el mismo diálogo cada vez más. Aburren las mismas cosas diarias. Aburre el viento y la tormenta que pega fuerte en la noche fría y sola. Aburren mis palabras, todas iguales y en fila. Aburren las decisiones inciertas, los rumores. Las caras agrias, los gritos, las malas caras de enfado. Y si aburren mis palabras, aburro yo…

1 comentario:

  1. "Las noches me vencen y siguen su curso mientras yo, con media sábana mal puesta, intento coger un pedazo de sueño."
    Extraordinaria imagen plástica de inquietud y desasosiego nocturno. R.M.

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