jueves, 17 de septiembre de 2009



La mentira no es más que un simple engaño a uno mismo. Que palabra más poco real. Que acción tan falsa y tan poco verdadera. Que poco cuesta decirla, en cambio, no se valora lo suficiente todo lo que se tiene que hacer para deshacerla y vencer a la no verdad. La mentira entra como todo y como nada, y cuesta que salga con una simple simplicidad, sale dejando herida y una gran espina clavada. Una mentira pincha, hiere y de poco te hace escapar. De poco te salvará. No creas que te saldrás de todos los líos abriendo la boca y cerrando bajo llave oxidada el corazón. No se puede nadar por un mar de mentiras, no hay rumbo que fijar. Un movimiento y estás herido. O peor aún, te ahogas en tus propias falsedades, tantas que todas se te clavan como pequeñas espinas de rosa que al final te hieren de verdad. ¿O crees que no lo he intentado? Una mentira es como un animal feroz, que cuando estás delante de él sacas todo lo tuyo, todo el miedo y toda la verdad. También podría ser una oscura arma de fuego disparada por un algún loco maniático que intenta sacarle la vida a una inocente verdad. Sinceramente, la mentira no hace bien a nadie, y el que haya salido sano y salvo de ese mar, y el que de esa lucha cuerpo a cuerpo con esa especie de animal feroz indomable haya salido vivo, y el que de ese disparo con pocas intenciones buenas haya salido sin un rasguño ya caerá…
La mentira será tu amo y tú su esclavo. Mentiras y más mentiras llegan a nuestro parecer, pero las cosas que son, son y serán.

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