jueves, 20 de agosto de 2009


Había una vez una persona que por empujar, empujaba todo lo que tenía delante. Por ser egoísta, por ser maleducada. Simplemente no era una digna persona. Me empujó a mí. Empujó a mis amigos, a mi gente, incluso a mi familia. Empujó y derribó muros. Hizo caer edificios enteros con almas vivas dentro. Lucho contra la ley. Ya con heridas en su cuerpo de oscura alma, de pensamientos borrosos siguió adelante con lo que llevaba haciendo. Empujar, hacer daño, derrumbar, tirar al suelo, pisotear. Eso aparecía en su cabeza. Lo hizo todo por su deseo. Por su deseo material. Empujó sus propias metas, se hizo daño a si mismo, derrumbó sus expectativas, tiró al suelo todos sus buenos momentos y pisoteó toda su gente. Que simplemente le querían echar una mano. Una simple ayuda.

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